Problemas de salud

A las dos sesiones desaparecieron los ataques de asma.

La vida más significativa fue la de una sacerdotisa griega que murió asfixiada por el humo de un incendio del que no pudo escapar porque habían atado a todas las sacerdotisas como ella, a las columnas del templo al que pertenecían. Todo fue por un malentendido. Hicieron una obra de teatro, con ciertas burlas y toques de humor, que el jefe del otro condado interpretó como burlas hacia su persona y mandó atacarles y destruir sus templos. La chica en regresión empezó a toser y toser reviviendo sus últimos momentos, a la vez que sentía rabia y se decía a si misma: "Por un malentendido y el comportamiento estúpido de un hombre, todo un pueblo paga las consecuencias."

En ese instante se hizo un puente con su vida actual para entender qué similitud tenía aquello con lo que vivía en ese momento y se dio cuenta de que había activado el mismo pensamiento: "Por la estupidez del alcoholismo (comportamiento) de su padrastro toda la familia pagaba las consecuencias". El padrastro había muerto a causa de su alcoholismo; la madre dejó de trabajar para acompañarle en su proceso de enfermedad y después de su muerte fueron descubriendo todas las deudas de juego que ahora los bancos reclamaban a la madre, encontrándose ésta sin trabajo y en una situación difícil con una hija pequeña y otra adolescente. Se activó la rabia, se activó el mismo pensamiento y la respuesta somática fue detrás, puesto que todo quedó asociado junto. Aunque el asma desapareció en dos sesiones, se siguió trabajando para desactivar esas asociaciones, hacer consciente de otras posibles respuestas al conflicto y reconducir las respuestas somáticas.

UNA CHICA DEJÓ SU CIUDAD PARA IRSE A VIVIR A MADRID CON SU NOVIO. DURANTE EL TRASLADO LE SALIÓ UNA ERUPCIÓN EN LAS MANOS, LE SALIERON AMPOLLAS QUE AL REVENTARSE LE DEJARON LAS MANOS EN CARNE VIVA. LE DOLÍA Y LE ESCOCÍA MUCHO Y NO MEJORABA CON NINGÚN TRATAMIENTO MÉDICO.

Revivió distintas vidas en las que fue dañada en las manos.

Se vio como una mujer que no podía pagar un crédito y le quemaban las manos con ácido como castigo.

También como un herrero que tropezó y se quemó las manos en la forja.

En otra vida era un hombre al que se le quemó la casa y al intentar rescatar la caja donde tenía todos sus ahorros, se abrasó las manos.

Y finalmente como una niña muerta de hambre que intentó robar unas gallinas y se enganchó las manos en un cepo.

En todas esas vidas, el dolor de las manos en carne viva quedó asociado al miedo y a la angustia de no poder subsistir, repitiéndose un mismo criterio: “¿Ahora qué voy a hacer? ¿Cómo voy a seguir adelante? No tengo dinero”.

Al trasladarse a vivir a Madrid, tuvo que dejar su trabajo. La empresa donde trabajaba le había prometido pagar un finiquito y arreglarle los papeles para que pudiera cobrar el paro. En el último momento se lo negaron y se encontró en plena mudanza, con un piso por pagar y sin tener dinero ni trabajo. Empezó a activar el mismo criterio: “¿Ahora qué voy a hacer? ¿Cómo voy a salir adelante? No tengo dinero”. Junto con el criterio se activó toda la sintomatología física que había quedado asociada a las manos. Pudo entender el mecanismo por el cual la angustia de quedarse sin trabajo y sin dinero reproducía en sus manos el síntoma que quedó asociado a esa angustia. Lo desactivó, creando nuevas asociaciones y el eczema desapareció.